¿Qué puedo hacer para realmente ayudar a alguien que está sufriendo?

 Entra, hermano, descansa aquí conmigo.

  • Lo primero que necesito hacer si quiero acompañar a una persona es aceptar el problema o la realidad de la enfermedad o del dolor por la que esté pasando.
  • Tener un interés sincero por su vida y por su situación.
  • Acogerlo con compasión, bondad y ternura.
  • Escuchar sus sentimientos; no negarlos ni interrumpirlo cuando quiera hablar de ellos.
  • Dejarlo llorar. En nuestra sociedad tenemos muy limitado nuestro permiso para el llanto; no se ve bien que lloremos. No sabemos que las lágrimas sanan pues nos ayudan a sacar fuera del cuerpo las toxinas del dolor que nos invaden y que, si no les hacemos caso, pueden causarnos mucho daño.
  • Tocarlo y abrazarlo con frecuencia. Es como si le dijera: estoy contigo.
  • Validar su dolor. Este punto es crucial. Reconocer que algo que le duele está sucediendo (puede ser físico, emocional o espiritual) y que puede que para mí no sea algo muy importante, pero si la otra persona dice que le duele hay que creerle.
  • No enjuiciarlo. No sabemos qué hay detrás de lo que le pasa, sus pensamientos, lo que para la persona significa ese parón en seco en su vida.
  • Aceptar sus ritmos, darle tiempo para recuperarse de sus heridas y de su dolor.
  • Facilitarle en todo lo posible su auto cuidado. Permitirle hacer todo lo que pueda hacer por sí mismo. Así, no creamos una dependencia no sana.
  • Enfocar la atención en lo positivo de su vida, ayudarle a contar sus bendiciones.
  • Tomarme el tiempo para acompañarlo, no llegar con reloj en mano y menos con el celular prendido. Necesito dejar a un lado mis actividades externas y sentarme un rato, tratando de ver en su rostro si mi visita le ayuda.
  • Ser empático, es decir, saber ponerme en sus zapatos, tratar de imaginarme una semana en su vida, ponerme en su lugar y hacer contacto con sus sentimientos y experiencias.
  • Tener detalles con la persona: llevarle una tarjeta, unas flores, un libro, un regalo; hacerle una llamada de cuando en cuando, enviarle unas galletas o algo de comer, etc. Cualquier cosa que lo haga sentir que me importa lo que le está pasando.
  • Tener conversación variada, no sólo hablar del problema, de la enfermedad, del dolor, de la muerte. Cualquier tema que le interese y le ayude a distraerse por un rato, pero que no tenga que ver con tragedias ni sufrimientos.
  • Animarlo, brindar esperanza. Aun al reconocer la realidad y validar su dolor, puedo brindar un poco de esperanza. En esto que estás viviendo ¿cómo puedes estar un poco más tranquilo?
  • Ofrecer posibilidades ante su problemática. ¿Qué cosas puedes hacer, o quieres que yo haga, que te den más vida, que te hagan sentir un poco mejor?
  • Hay que hacer con la persona algo que acostumbraba a hacer antes del problema, sobre todo actividades tranquilas que no requieran mucha energía de su parte. El volver a la vida cotidiana ayuda a bajar los niveles de estrés.
  • Proponerle ayudas prácticas de la vida diaria: traerle comidas, encargarme de los hijos por un rato, comprar algo que se le ofrezca, llevarle las medicinas si está enfermo, pagar alguna factura, etc.; cosas que le faciliten un poco las cosas.
  • Involucrar a otros, comunicarles lo que esta persona está viviendo, porque hay muchos que ignoran su dolor. De esa manera somos más los que podemos acompañar.
  • Ayudarle a darle valor a cada día. Cuando nos vamos hacia el futuro de alguien que está atravesando momentos difíciles, es frecuente elevar sus niveles de angustia, porque la carga parece demasiada enorme para ser llevada con las fuerzas actuales con las que se cuenta. Es por eso importante comprender que a cada día le basta su afán, y ayudar a la persona a que descubra cómo puede vivir el día hoy con esa problemática. El mañana, ya se encargará de sí mismo.
  • No abandonar con el tiempo al que sufre o cuando las cosas se pongan más duras, porque desgraciadamente las personas en un principio de la crisis están muy cercanas y poco a poco se van alejando pensando que ya la situación se sanó. Y muchas veces no es así; es al revés, entre más pasan las semanas y los meses la situación se agrava y es cuando más se necesita compañía.

Por: Lic. Alicia S. de Lamadrid (LED '82)

Desarrollo Humano, Tanatología y Coaching
Email: aliciaslamadrid@gmail.com
Twitter: @aliciaslamadrid


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